martes, 25 de enero de 2011

Crónica de una caminata y de una denuncia penal


[por Danilo Castelli]

El sábado pasado concurrí a la convocatoria de los vecinos autoconvocados de San Antonio. Se trataba de una camina por el (ex) Arroyo San Antonio, secado gracias al Carlos Paz Country Golf, emprendimiento irracional llevado a cabo por personas ignorantes y sin escrúpulos: ¡un campo de golf en una zona semiárida! La idea de la caminata fue ser testigos –porque es distinto a verlo por foto- del estado del arroyo. Así fue. Nos convocamos en el cementerio y luego nos dirigimos a la tumba del San Antonio. Habremos sido entre treinta y cuarenta personas. Mujeres y varones; niños, ancianos y adultos. El pueblo.

Ni bien llegamos un guardia de seguridad del country quiso impedirnos el paso mencionando las dos palabras mágicas que justifican la mayoría de los atropellos a los intereses populares: “propiedad privada”. Minga: un arroyo y sus márgenes son de todos. En un rapto de nostalgia por la dictadura, el buen hombre quiso poner como condición de paso que les diéramos nuestros datos personales. Le hicimos entender, con más o menos paciencia y argumentos, que no correspondía. Luego de chillar un rato, el tipo tuvo que acompañar la caminata desde el otro lado del cauce, acompañado solamente de su miseria moral, emocional e intelectual, como lo están todas aquellas personas que por un salario destruyen los bienes comunes, se venden a los ricos contra su patria, se transforman en verdugos de su propio pueblo. “Es mi trabajo”, decía el tipo, justificándose. Lo mismo habrá dicho el maquinista que conducía el tren hacia Auschwitz…

Por supuesto que, prevenidos de nuestra presencia, los tipos no habían activado al sistema de riego. Es que no son hombres de verdad como nuestro intendente, que prendía los aspersores de “su” plaza al mismo tiempo que el municipio hacía campañas de “concientización” sobre el uso del agua. En el trayecto vimos múltiples vados y rellenos improvisados. La intención, a todas luces, no es sólo dar paso a sus vehículos y maquinaria, sino rematar al arroyo, que éste se termine convirtiendo en otro pedazo de tierra dentro del lote. Marchamos hasta que vimos un alambrado que pasaba por encima del cauce del arroyo. Un delito, a todas luces: alambrado de un terreno público. Ese alambrado no sólo era un ejemplo de matricidio, sino del predominio irracional del capital sobre la naturaleza, sobre la vida. Sólo en una sociedad organizada de manera tan irracional como la capitalista puede concebirse esta locura: ¡alambrar un arroyo!

Paréntesis de reflexión: ¿Qué autoridades hay detrás de esto? La infaltable: el gobierno provincial. A través de esa parodia que es la Subsecretaría de Recursos Hídricos (la agencia que se supone debe cuidar el agua de la provincia) y de la Secretaría de Ambiente, se ponen todos los papeles necesarios –y si faltan, tampoco importa- para que el emprendimiento inmobiliario empiece a desmontar, cavar, y sacar agua de donde quiera, para usarla como quiera y en la cantidad que se le ocurra. Y la Comuna de San Antonio de Arredondo, a través de la títere Cicerone –pues allí el poder lo tienen sus “asesores”, que bajan la línea del gobierno provincial-, agrega el ganchito que falta. Ya lo hizo con lo de la planta ilegal de EPEC, ¿qué le hace otra raya más al tigre?

Así como la sequía del Arroyo San Antonio es un capítulo más de la masacre de las cuencas cordobesas (tal es la causa principal de la crisis hídrica, no la falta de obras, que es una causa secundaria), la barbarie capitalista del Carlos Paz Country Golf es otro capítulo más en este crecimiento incontrolado del negocio inmobiliario en Córdoba en general y en Punilla en particular. Negocio en el cual, es de sentido común, está involucrado el poder político provincial. De ahí las “facilidades” que tienen estos emprendimientos y de la impunidad con la que se manejan, defecando no sólo en las leyes ambientales sino en normas administrativas. Por esta región se ha extendido una plaga de countries y barrios privados que por fuerza crecerá en perjuicio de la gran mayoría de los habitantes de Carlos Paz y de las comunas del sur de Punilla. La subestación de EPEC tiene una importancia estratégica en este plan, pues debe aportar energía a esos emprendimientos. Fin de paréntesis de reflexión.

Luego de volver de la caminata los vecinos improvisamos una asamblea donde tomamos decisiones en cuanto a los próximos pasos de esta lucha por salvar al Arroyo San Antonio y por generar conciencia regional sobre la necesidad de salvar la cuenca. Entre esas decisiones estuvo una que ejecutamos inmediatamente: dirigirnos a la comisaría de San Antonio para hacer una denuncia penal sobre el delito atestiguado por todos los que hicimos la caminata, incluyendo a los dos agentes de policía de esa localidad que nos acompañaron: el alambrado sobre el cauce del Arroyo.

Ni bien entramos a la seccional y le comunicamos nuestra intención a la agente que hacía de recepcionista, ésta vomitó: “¡Ah! Ustedes son los…” (y un gesto despectivo con la mano). Se dirigió a una puerta y luego salió afuera del edificio. De esa oficina, rato después, salió un sargento a preguntarnos qué queríamos. Se lo dijimos: varios de nosotros queríamos hacer una denuncia penal por este asunto. Nos intentó convencer de realizar un petitorio con firmas, para que sólo una persona hiciera una denuncia. Era claramente una maniobra dilatoria. Le manifestamos que no, que por lo menos dos personas queríamos hacer de inmediato la denuncia penal. En un punto nos preguntó “¿ustedes son los de Sol y Río?”... Ya empezaban a tratarnos como “los loquitos”. Luego de renegar un rato más, fui el primero en pasar a la oficina, acompañado por una vecina-abogada que tuvo que hacer mucho uso de su paciencia maternal para lo que siguió.

En la más de una hora en la que al sargento le llevó escribir una carilla A4, estuvo protestando porque no le habíamos hecho caso sobre la modalidad de la denuncia. Ante cada duda mía sobre la geografía exacta del lugar (era la primera vez que iba), ante cada pregunta o aclaración que hacía la vecina que me asesoraba, interrumpía el tecleado espetándole a la vecina “¿usted está como abogada de él? Si no, deje que él responda y usted espere afuera.”. Parece que la idea era que yo me quedara a hacer la denuncia solo, para estar más susceptible a presiones y maniobras, a quedar descolocado ante preguntas, propenso a olvidarme de datos importantes (como los nombres de los agentes que nos acompañaron y fueron testigos de la presencia del alambrado). La idea parecía ser que yo terminara dando una denuncia inexacta o incluso contraproducente para la causa y/o para mi persona. Hasta nos preguntaban en qué nos sentíamos damnificados (no parecía entender que un alambrado sobre un arroyo, aparte de ser delito según la ley, es un acto anti-social), y por qué no denunciábamos directamente al country por la sequía del lago (una estratagema poco sutil, ya que al carecer de pruebas científicas certificadas, sería claramente un tiro por la culata).

A todo esto le faltaba un poco de picante: en un momento volvió a entrar la misma persona que nos atendió al principio a recibir una llamada telefónica, y hablando alto para que la oyéramos, comentó guarangamente sobre el “puterío” que había en la seccional.

En resumen, fue uno de los peores ratos de mi vida. Fuimos como ciudadanos a ejercer nuestro derecho a denunciar un crimen contra nuestros bienes comunes, y se nos trató a nosotros como elementos indeseables, como si estuviéramos ahí por ganas de jorobar y no porque sentíamos que era nuestro deber, que aunque sabemos que el poder judicial de esta provincia es al poder político lo que el Chómpiras es al Botija, esta denuncia penal iba a ser un granito de arena para que estas injusticias no queden 100% impunes.

Sabíamos que si luchábamos por nuestros bienes comunes tendríamos que enfrentarnos con todo lo que nos iban a tirar los asesinos, como las calumnias a través de medios de comunicación y la soberbia y maltrato a través de las instituciones públicas. Pero hay un ariete peor, y son la ignorancia y la indiferencia de muchos vecinos/turistas respecto a estos temas. La justificación de esa actitud: que detrás nuestro hay un móvil político-partidario, que somos punteros de tal o cual político, que somos fundamentalistas contra el progreso…

¿Vos, vas a ser así?

martes, 18 de enero de 2011

DEFENDAMOS NUESTRA COSTANERA

La situación

Una vez más los empresarios sin escrúpulos y funcionarios corruptos avanzan contra nuestros bienes comunes. Entre el gobierno provincial y el municipal armaron una sociedad anónima con la cual nos expropian de nuestra costanera Este para hacer con esas tierras lo que quieran. No contentos con eso, están rellenando parte del lago para hacerse de más hectáreas, sin importarles las consecuencias que esto tiene y tendrá para el embalse del San Roque y para el ecosistema que constituye la base material de nuestra ciudad. Por si todo esto fuera poco, nos quieren demoler el Polideportivo y el Salón de Convenciones para poner allí un hotel y un casino. Patrimonio cultural de todos, construido con nuestros impuestos, ¡por otro hotel y otro casino!


El análisis

El discurso con el que justifican todo esto es el mismo de siempre: el progreso, el crecimiento, los beneficios para el turismo y para la ciudad... Pero mirando más allá de toda esa propaganda, la verdad práctica y sin vueltas es que si esto avanza los vecinos de Carlos Paz nos quedaremos sin otro espacio verde y de recreación.


El Ejecutivo municipal está al frente de esto. En cuanto al Concejo, el edil que no es cómplice, se queda sólo en palabras y papeles. Por lo tanto, esto sólo podremos pararlo los vecinos autoorganizados. Sabemos que esto es muy difícil de lograr en esta Villa. Pero el año pasado algunos vecinos de Sol y Río nos demostraron a los carlospacenses que es posible -y digno, y valiente- ponerse de pie en defensa de la vida y dar pelea al poder económico y político de esta provincia.


La acción

Los que te damos este volante somos gente común, con trabajo, familia, pareja, estudios, y pasatiempos. No te estamos pidiendo que te adhieras a una causa ajena a tu vida y tus intereses. Es nuestro derecho a un medio ambiente social, natural y cultural sano –y el de las próximas generaciones- lo que está en juego.

“No es el que el poder sea tan grande, sino que nosotros estamos de rodillas”